martes, 30 de noviembre de 2010

Garcia Lorca, el jazz y los perritos calientes (I parte)

García Lorca es un tema recurrente en los medios de comunicación cada poco tiempo, al ser uno de los iconos o elementos emblemáticos de una parte de nuestra sociedad política y cultural. Haciendo memoria y a bote pronto, se habló de él en pleno debate sobre el matrimonio homosexual por su condición de tal, se habló y se sigue hablando de él con motivo de la ley para la recuperación de la memoria histórica y la exhumación de su cadáver en cierta fosa común en la provincia de Granada, y su figura ha vuelto a estar de actualidad aun en el homenaje a otro poeta señero de nuestra historia reciente, Miguel Hernández.
Y es que el poeta granadino es de esos buques insignia de la cultura que suele ser mencionado, usado, tratado o traído por todo buen cultureta que se precie, sobre todo, evidentemente, si ese cultureta o culturilla está adscrito a la facción izquierdista-progre de nuestro país. Poner música a versos de García Lorca, representarlo, hacer mil y un montajes con su obra directa o indirectamente parece tener conseguido de antemano la notoriedad, o al menos la tranquilidad del intelectualillo, el hacer méritos para poder ser considerado dentro del club de intelectualillos progres del país. Todo el que sea intelectual, o quiera tener derecho a ser considerado como tal, debe hacer algo relacionado con Lorca, aunque esté traído por los pelos.
Dentro de estos acontecimientos podríamos encasillar a cierta propuesta basada en García Lorca y el jazz que se ha representado en Madrid, “Nueva York en un poeta”, con Alberto San Juan y the missing stompers . Dicha propuesta es un intento de exponer la música que hubiera podido sonar , según sus protagonistas en los clubes que el poeta frecuentara, “Queríamos saber lo que podía haber escuchado Lorca en esos meses”.
Cuando nuestro protagonista viajó a Nueva York en 1929, y se alojó en la universidad de Columbia (que para el que no haya estado en la gran manzana hay que decir que se encuentra prácticamente en Harlem), entró sin duda en contacto con la cultura “negra”, en reuniones domésticas y visitas musicales en clubes nocturnos como el Small’s Paradise.
Alguien que lea lo que acabo de escribir dirá y con razón:
¿Qué hay de malo en que organizar una propuesta musical entre el jazz y Lorca si esta se produjo realmente? Malo nada, desde luego, lo que si es cuando menos un tema bastante especulativo y para mí a todas luces insuficientemente documentado y traído con alfileres, algo que ciertamente sirve o puede servir como excusa para aquello que he mencionado antes, y es hacer puntos para poder entrar en ese hipotético grupo de culturillas ad hoc que tocan el tema Lorca para poder tener derecho a entrar en el grupo de los intelectualillos de moda.
De todos es conocido la estrecha relación entre Lorca y la música, el asimismo se definía como “sólo soy músico y poeta” (Continuará)

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