martes, 30 de noviembre de 2010

Garcia Lorca, el jazz y los perritos calientes (I parte)

García Lorca es un tema recurrente en los medios de comunicación cada poco tiempo, al ser uno de los iconos o elementos emblemáticos de una parte de nuestra sociedad política y cultural. Haciendo memoria y a bote pronto, se habló de él en pleno debate sobre el matrimonio homosexual por su condición de tal, se habló y se sigue hablando de él con motivo de la ley para la recuperación de la memoria histórica y la exhumación de su cadáver en cierta fosa común en la provincia de Granada, y su figura ha vuelto a estar de actualidad aun en el homenaje a otro poeta señero de nuestra historia reciente, Miguel Hernández.
Y es que el poeta granadino es de esos buques insignia de la cultura que suele ser mencionado, usado, tratado o traído por todo buen cultureta que se precie, sobre todo, evidentemente, si ese cultureta o culturilla está adscrito a la facción izquierdista-progre de nuestro país. Poner música a versos de García Lorca, representarlo, hacer mil y un montajes con su obra directa o indirectamente parece tener conseguido de antemano la notoriedad, o al menos la tranquilidad del intelectualillo, el hacer méritos para poder ser considerado dentro del club de intelectualillos progres del país. Todo el que sea intelectual, o quiera tener derecho a ser considerado como tal, debe hacer algo relacionado con Lorca, aunque esté traído por los pelos.
Dentro de estos acontecimientos podríamos encasillar a cierta propuesta basada en García Lorca y el jazz que se ha representado en Madrid, “Nueva York en un poeta”, con Alberto San Juan y the missing stompers . Dicha propuesta es un intento de exponer la música que hubiera podido sonar , según sus protagonistas en los clubes que el poeta frecuentara, “Queríamos saber lo que podía haber escuchado Lorca en esos meses”.
Cuando nuestro protagonista viajó a Nueva York en 1929, y se alojó en la universidad de Columbia (que para el que no haya estado en la gran manzana hay que decir que se encuentra prácticamente en Harlem), entró sin duda en contacto con la cultura “negra”, en reuniones domésticas y visitas musicales en clubes nocturnos como el Small’s Paradise.
Alguien que lea lo que acabo de escribir dirá y con razón:
¿Qué hay de malo en que organizar una propuesta musical entre el jazz y Lorca si esta se produjo realmente? Malo nada, desde luego, lo que si es cuando menos un tema bastante especulativo y para mí a todas luces insuficientemente documentado y traído con alfileres, algo que ciertamente sirve o puede servir como excusa para aquello que he mencionado antes, y es hacer puntos para poder entrar en ese hipotético grupo de culturillas ad hoc que tocan el tema Lorca para poder tener derecho a entrar en el grupo de los intelectualillos de moda.
De todos es conocido la estrecha relación entre Lorca y la música, el asimismo se definía como “sólo soy músico y poeta” (Continuará)

sábado, 27 de noviembre de 2010

Obra completa de Bach (Partituras)

Aqui os dejo un enlace a una página en la que están disponibles las partituras
de la obra completa de J.S.Bach, y gratis.

http://einam.com/bach/

¿Todas las músicas son iguales? Musica culta y música popular art.I

Rock, pop, house, jazz, clásica, flamenco, tecno, folk, blues, rap, soul, funky, reggae, etc, etc…
A bote pronto y sin pensar demasiado tiempo, son diversos estilos y géneros musicales que me vienen a la mente, y que reflejan de buena manera la diversidad musical y por ende, cultural de nuestro planeta, y más concretamente de aquello que todavía se puede seguir denominando la civilización occidental.
Es evidente que parece un poco innecesaria la duda que plantea el título de este artículo:
Las músicas no son todas iguales, cada una se hace y percibe de una manera diferente, en estilos y contextos culturales diversos, y disfrutados por grupos sociales distintos. Si tuviera que enumerar en un examen todos y cada uno de los géneros y estilos musicales del planeta sin duda sería examen suspendido, y dudo mucho que alguien pudiera aprobarlo ¡¡¡¡hay tantos como pueblos¡¡¡¡ Por tanto, el objeto de la pregunta parece fútil, claro que todas las músicas no son iguales, y afortunadamente, para suerte y disfrute nuestro, debo añadir.
Todas comparten, naturalmente, características que las hace comunes, todas se basan de alguna manera en un ritmo más o menos determinado, todas tienen una duración en el tiempo, todas emiten sonidos a una determinada altura o afinación, y todas más o menos llevan algún tipo de acompañamiento.
Pero, por encima de este hecho obvio, las músicas no comparten otros aspectos, que las hacen ser muy diferentes, y entre esos podría citar varios, a los que llamaré:
Origen, destino, medios de expresión, intencionalidad y proceso.
Ahí es donde empezamos a dilucidar las diferencias entre las músicas, ahí es donde podemos empezar a vislumbrar claramente que la aparente unidad en la diversidad de las que gozan las músicas de nuestro entorno se resquebraja de manera importante, y ahí es donde empiezo a separar entre dos mundos, dos maneras de entender la música de forma genérica.
Ahí es donde entran dos conceptos nuevos hasta ahora:
Música culta y música popular
(Continuará)

Música… ¿existe? Art. IV

Una de estas reacciones de uno de nuestros hipotéticos interlocutores después de ser preguntado por la música culta o clásica es fruncir el entrecejo, y dudar… dudar de si estás hablando en serio. Preguntarle a alguien por Bach, Chaikovsky o Webern es condenarse a cambiar inmediatamente de conversación, ser eternamente aspirante a un intercambio onanista de hechos musicales, amor autocomplacido.
No soy de ese tipo de gente que afirma que la cultura musical es inexistente en nuestro país, ese argumento me parece muy muy trillado a estas alturas, es cierto que no es para tirar cohetes, pero si hay personas, y bastantes, interesadas en la música pero… ¿en cuál o cuales?
Flamenco, rock en sus múltiples estilos, jazz, música ligera… si, pero ¿clasica?...pocos. No hay más que encender la radio, la tv u hojear un periódico para corroborar lo que digo. Vivimos en un mundo copado culturalmente por yanquilandia, y escapar a su influencia es muy difícil, asi son las cosas, y se querrá o no negarlo pero un hecho es evidente, las miras musicales de la mayoría de las personas no abarcan, siendo generosos y mirando hacia atrás, más de cincuenta años (albores del rock and roll, blues o swing). El que tenga entre sus gustos estas músicas podrá alardear ante la mayoría de los mortales de “entendido musical”, sibarita y exigente (aunque en realidad no tengan la mayoría ni puñetera idea).
Ese es el bagaje histórico en la llamada música popular y ese, si somos observadores, es el que llena y copa la mayoría de las páginas de los periódicos. En la música popular, el tiempo musical empieza por arte de birlibirloque poco más allá de hace cinco décadas, lo demás no existe.
En la música culta existe algo parecido pero al revés, el tiempo se detuvo, salvo excepciones, en las primeras décadas del s.XX, el repertorio acaba, salvo honrosas y contadas excepciones en esta época (aunque esto es patrimonio de otro artículo, no quiero desviarme del tema).
Si, como dije antes, tienes la oportunidad de departir con alguna persona de sus gustos musicales y tienes la osadía de preguntarle si le gusta la clásica, seguramente te dirá que no, y seguramente te dará como argumento que es una persona de su tiempo, que escucha y se interesa por la música de su época, y que la clásica no lo es, es y pertenece al pasado, no al presente, y que en definitiva no tendría por qué estar interesado en ella. Entonces es cuando tu deberías preguntarle si le gusta la pintura, el arte, si va a museos y a exposiciones, y seguramente te afirmará que si, que va con frecuencia. Entonces no deberás tener duda de que nos encontramos ante uno de los tipos a los que me refería en mi artículo anterior, gente que otorga gran importancia artística y cultural a la pintura pero ninguna o poca a la música. ¿Por qué digo esto?
Porque esta persona no tiene ningún problema en asistir a exposiciones de pintores y artistas del pasado, de otras épocas y decirlo, pero no se le pasa por la cabeza hacer lo mismo con músicos de otras épocas, del pasado. Es decir, lo que concede a la pintura, no lo hace con la música, ni hablar.
Y yo pregunto:
¿Por qué sucede esto? ¿No será que el papel que ocupa la música en nuestra sociedad actual está alejado del papel artístico que ocupan, por ejemplo pintores o escritores? Dicho de otra forma, los músicos son relegados a roles diferentes del arte, y más bien relacionados con algo parecido al bufón? (Continuará)

jueves, 11 de noviembre de 2010

Comics. Los muertos vivientes


Este título es la traducción al castellano del original The walking dead, la serie de historias para el cómic creada en el año 2004 por el guionista norteamericano Robert Kirkman, y dibujada por Tony Moore (sólo primer número) y por Charlie Adlard (los hasta ahora diez números restantes editados en España).
Es una serie que edita Planeta deAgostini, y que recomiendo sin género de dudas, tanto para los amantes del cómic en general, como para los amantes del género terror, como del subgénero zombi, que por cierto parece vivir auge generalizado casi en paridad con el vampírico, por ciertas historias pseudorománticas de aquel guaperas que además aparece en las revistas del corazón para quinceañeras y más creciditas, pero en fin…
La serie que nos ocupa cuenta la historia del fin de la humanidad tal y como la conocemos, por la aparición de una plaga que afecta a los muertos, y hace que vuelvan a la vida con un apetito voraz, devorando a todo bicho viviente. El protagonista de la historia, el policía Rick Grimes, que ha estado varios meses en coma en la cama de un hospital, vuelve a la vida y se encuentra con la confusión reinante, la muerte rodeándolo por todas partes y, después de varias andanzas en las que está a punto de ser engullido, busca y encuentra a su mujer e hijo, supervivientes junto a un grupo no muy numeroso de gente, se une a ellos y juntos, viven montones de situaciones a lo largo y ancho de los, como ya he dicho, once números publicados hasta el momento en España.
Lo que hace, al menos para mí muy diferente esta serie al resto de historias sobre zombis publicadas o filmadas hasta el momento, es la profundidad y complejidad enormes de los personajes creados por Robert Kirkman, unos personajes que se mueven en un mundo salvaje, sin escrúpulos, donde las reglas de la sociedad se vienen abajo, y donde la moral y las convenciones son cada vez más fósiles del pasado. La violencia reina en el mundo, pero no sólo perpetrada por los zombis (personas corrientes convertidas) sino, y esto es lo más importante, por los propios supervivientes entre sí, que compiten por la seguridad, las armas, la comida y los pocos bienes que quedan. Los episodios de asesinatos, canibalismo, torturas, y violencia extrema son cosa cotidiana en el mundo, casi como una nueva forma de vida. Incluso el sexo está presente casi cotidinamente, cosa sorprendente en una serie norteamericana, donde el Tea Party amenaza una vez más con que la mojigatería haga acto de presencia a todos los niveles.
Es una serie extraordinaria, a años luz en profundidad y madurez de aquellas italianadas entrañables de Lucio Fulci (Zombie), y de la eterna y repetitiva historia de George A. Romero (The night of the living dead).
Una serie de cómic que, por cierto, acaba de ser adaptada y llevada a la pequeña pantalla, y estrenada en EEUU la noche de Halloween, y que, los que tengan tele (por eso me autoexcluyo) podrán ver en España, parece que en Fox

Música… ¿existe? Art. III

Este año le toca a Renoir, el pasado verano fue Turner, y en temporadas anteriores fueron Bacon, Tintoretto, Vermeer… asi nos podríamos retrotraer a cuando Franco era cabo.
¿De qué estoy hablando? Si eres aficionado al arte, y en concreto a la pintura, habrás adivinado enseguida a lo que me refiero: Monográficos dedicados por la mayor de nuestras pinacotecas, el Museo del Prado, a algunos de los maestros de la pintura de todos los tiempos.
Seguramente te preguntarás qué carajo tiene que ver esto con la música.
Quiero hablar de la diferencia de consideración que tienen en nuestra sociedad dos artes que forman parte por derecho propio, y desde el albor de los tiempos, de las llamadas bellas artes, véase la pintura y la música, y en el caso de ésta última, de la mal llamada música clásica (prefiero llamarla culta).
En el caso de la pintura, y por eso he puesto los ejemplos con los que empezaba este artículo, cada vez que se dedica una gran exposición en un museo, pongo por caso El Prado, la repercusión en los medios de comunicación es enorme, todos se hacen eco de ella, el espacio dedicado a las exposiciones es relativamente grande en periódicos y medios de comunicación. Por ello, las colas en los museos son de aúpa, montones de personas se acercan a ver a los maestros, y los motivos que los llevan a ellos son, por supuesto de muy diversa índole. Está el interesado de verdad por al arte, el que no se pierde una, el curioso que va por primera vez, el turista que no se entera de nada y que va porque así lo indica la guía turística de turno y se le nota, y el que va por alardear ante otro de que ha ido para poder contarlo después. Cada uno va por un motivo distinto, pero va al fin y al cabo. Podemos deducir de todo ello que la pintura, o al menos ir a exposiciones es un hecho socio-cultural aceptado y “bien visto”, es decir algo de los que poder alardear posteriormente y ante otro para quedar bien.
A este hecho se le suma otro que hay que tener muy en cuenta y es que muchas de estas exposiciones de pintura están dedicadas a maestros de la pintura del pasado, muertos y enterrados varios siglos atrás, pintores que por supuesto cultivan un estilo pictórico desactualizado con los parámetros actuales del arte, que son considerados maestros indiscutibles pero que dicho de una manera clara, pintan como hoy ningún pintor de postín osaría pintar, estilos más propios de siglos pasados.
Aquí es donde entra a escena la música, y más concretamente la música clásica o culta. Ésta, pocas o muy pocas veces salta a la primera página de los medios de comunicación, salvedad si acaso de Baremboim y su orquestilla solidaria, y por motivos totalmente ajenos a la música en sí misma.
Asistir a un concierto en uno de nuestros auditorios es algo que sólo hacen los aficionados de verdad, algunos profesionales o aquellos tipos de personas que aún siguen considerando la música culta en público como un acto social de prestigio, un buen lugar donde lucir status y abrigo de visón.
En ningún caso nuestros auditorios son visitados por turistas (no figuran, salvo casos raros y por hechos ajenos a la música como cita ineludible en nuestras ciudades) y el hecho de mencionar en una conversación informal que vamos a ir o que hemos ido a tal o cual concierto es susceptible de ser interpretado como un vacile o un farol. Todos los melómanos sabemos de qué estamos hablando, las reacciones de nuestro interlocutor son de lo más variopinto (Continuará)

lunes, 11 de octubre de 2010

Recomendaciones Musicales. Música del s.XX Gogol Suite Alfred Schnittke (1934-1998)



Alfred Schnittke es casi un perfecto desconocido en nuestro país.
Fue un compositor muy prolífico: Nueve sinfonías, tres óperas, muchas obras concertantes entre ellos los magníficos concerti Grossi y numerosas obras de cámara y pese a todo en nuestro país no se le interpreta casi nunca. Haciendo memoria, en los ya bastantes años en que he empleado mi tiempo y mi dinero en asistir a conciertos, sólo lo he visto programado una vez, y no como plato principal del día, sino casi de relleno.
La eterna repetición del repertorio en nuestras salas de conciertos es tema para otro artículo, que ya abordaré en su momento, pero en cualquier caso es desesperante la, como digo, escasa aparición del ruso en nuestros conciertos.
El caso de Schnittke es curioso, en cualquier caso. Su obra es o ha sido considerada por la vanguardia como reaccionaria, sospechosamente ecléctica y etiquetada a menudo peyorativamente como “neo”, y por el contrario, las autoridades soviéticas relegaron muchos de sus estrenos al silencio oficial, por considerarlo disonante y extravagante en exceso.
¿En qué quedamos?
Lo que está fuera de toda duda es su puesto en la música soviética del s.XX, heredero natural de Shostakovich, en lo musical y lo espiritual, ya que escuchando su música, uno en seguida tiene la impresión de que la acidez y la ironía, tan presentes en el autor de Lady McBeth, están elevadas aquí a su enésima potencia.

Para ello, traigo a este blog la, para mí paradigmática Suite Gogol (1976) obra de una fácil y directa escucha, los movimientos, ocho en total compilados por el director G.Rozhdestvensky, reúnen breves piezas de música incidental compuestas sobre textos de Nikolai V.Gogol (1809-1852) el genial escritor ucraniano, considerado padre del realismo ruso y,sin duda uno de los mejores escritores que ha dado aquel país.
Para el que no lo sepa, Las almas muertas está considerada su obra maestra, una obra donde se retrata la corrupción y dejadez de los funcionarios de la Rusia imperialista decimonónica.
Schnittke, en su Suite Gogol recrea musicalmente estos personajes de dudosa catadura moral, dotándolos mediante una pequeña orquesta de cámara de personalidad desde el primer momento.
La obertura parodia el comienzo de la 5ª de Beethoven, el segundo movimiento La infancia de Chichikov es una danza cortesana de dudosa elegancia el tercero el retrato es un vals monstruoso y oscuro de una acidez demoledora, lleno de disonancias, al igual que los movimientos siguientes, Fernando VIII es casi literalmente música de terror, retrato obsesivo del personaje al que no conozco, pero al que tampoco tengo ningún interés de conocer después de haber oído con que sonidos lo retrata Schnittke, ayudado por un narrador. La siguiente pieza, los burócratas parodia terriblemente el comienzo de la obertura de la flauta mágica de Mozart. Son los dos últimos movimientos, the ball, y el legado, donde la crueldad musical es más evidente: un balls retorcido y cruel trae una marcha fúnebre tocada por los instrumentos graves de la orquesta: tuba, trombón, contrabajo, piano y percusión escalofriantes nos pintan un panorama horroroso de la situación, sin concesiones ni pelos en la lengua, al que sigue un tango de elefantes sin gracia ninguna, música cruel donde las haya, y un desenfreno sonoro de mal gusto, una fiesta con música de todo menos gracil (Schnittke admiraba a Mahler y shostakovich, dos compositores que han compuesto como nadie música acida e irónica).
El tipo o tipos retratados debían ser muy muy torpes. La obra acaba cuasi en el silencio, con temas repetidos machaconamente, y con una sequedad y pesimismo terribles.
Esta obra, como dije anteriormente es paradigmática de Schnittke, los recursos musicales y el tono general, ácido, pesimista y grotesco para mí son los que mejor representan su maravilloso mundo musical. Impresdindible.

Música… ¿existe? Art. II

A la música se la utiliza incluso con fines políticos. Bien sabidas son las posturas de los regímenes totalitarios europeos en la primera mitad del s.XX, pero en nuestros días, en nuestras aparentemente abiertas democracias los medios de comunicación nos ofrecen espectáculos verdaderamente bochornosos, dignos de sociedades que pretenden convertir a sus ciudadanos en robots sin voluntad, en máquinas sin mente ni raciocinio.
Es bien conocida la capacidad de la música, o de ciertas músicas de provocar y potenciar emociones en el oyente, el mundo del cine puede proporcionarnos claros ejemplos de ello ¿Quién no ha sentido inquietud al oir cierta música en tal película de terror, o a quién no se le ha encogido el corazón en aquella otra escena de despedida en aquella otra escena? Todos sabemos del poder emocional de la música.
Lo bueno de oírla en el cine, en el teatro o en la ópera, por ej es que nos conmueve, nos aterra o alegra artificialmente, es decir, actúa en nosotros pero se nos presenta de frente, de cara, es decir dándola permiso y sabiendo lo que va a hacer, somos conscientes de que estamos viviendo una mentira maravillosa y consentida, por tanto no hay engaño, es un juego del que somos cómplices y víctimas al mismo tiempo, por lo tanto no pasa nada.
El problema es cuando viene sin que nosotros demos su permiso, como ese amigo inoportuno que se nos presenta en casa sin que lo hayamos invitado, y que nos entretiene cuando íbamos hacer algo tan importante.
Algo así sucede cada vez más en los noticieros de la televisión y de la radio, y ante ciertos temas muy sensibles a la opinión pública. Hace relativamente poco, en plena efervescencia popular ante la legalización del matrimonio homosexual, un hombre contaba a la cámara entre sollozos, como había sufrido durante el franquismo la burla y el desdén de un cura. No crean ni por un momento que el testimonio se basaba en palabras únicamente, en absoluto. La noticia se acompañó de una buena dosis de música conmovedora, toda ella puesta indiscutiblemente para conmover adecuadamente a la audiencia y dar pena, es decir, para derribar su capacidad de raciocinio o prejuicio se mire por donde se mire, o sea para que haga o piense más fácilmente de la manera en que se quiere que piense. Ni que decir tiene que la cadena televisiva en cuestión era la cadena pública estatal.
Otro momento que recuerdo especialmente, por supuesto en el ente público televisivo, fue un reportaje de una víctima del terrorismo, se contaban hechos terribles y dramáticos, todos ellos narrados y sazonados con una música de fondo de violonchelo debidamente conmovedora.
Nuestros amiguitos los políticos y sus acólitos que ocupan los puestos de poder saben que la masa es dúctil y maleable, y que se puede influir en su pensamiento y dirigirlo de la manera más conveniente con diversos medios, y el más poderoso es evidentemente el de las emociones, ahí las barreras son derribadas rápidamente, el espíritu crítico si es que existe en alguien cosa que dudo cada vez más se derriba como un castillo de naipes de forma inconsciente, no hay defensa posible si no es con buenas dosis de análisis distante y de espíritu despierto, ingredientes cada vez más escasos hoy en día.
Ni que decir tiene que estos hechos jamás serán reconocidos por los individuos en cuestión, el telespectador incauto creerá no sólo que ha llegado a esa forma de pensamiento de forma individual y voluntaria, sino que además jurará y perjurará que siempre ha sido de esa manera, es decir, que por ej, siempre ha sido tolerante con los homosexuales y sus relaciones ¡¡¡¡¡faltaría más¡¡¡¡¡

Los dos ejemplos que he puesto ilustran para mí claramente lo expuesto más arriba, esto es la presencia de la música hoy en día pero de forma velada y en segundo plano, siendo fundamental pero sin ser apreciada su efecto de forma justa y conveniente. (Continuará)

sábado, 2 de octubre de 2010

Recomendaciones Musicales. Música del s.XX Requiem por un joven poeta (Requiem für einen jungen Dichter) B. A. Zimmermann (1918-1970)


He elegido esta obra como primera de esta sección por ser una de reciente descubrimiento para mí, y por haberme impactado muchísimo desde el primer momento.
Desde que puse el CD en casa, el torrente de sonidos que se te viene encima te deja apabullado, siendo para mí un exponente claro de lo que es la música contemporánea, la música culta europea de la segunda mitad del s.XX, un conglomerado sonoro casi sólido, una obra musical que escapa de la mera clasificación como tal por cuestiones meramente físicas, casi es una escultura sonora en toda regla.
La obra, compuesta por el alemán Bernard Alois Zimmermann a finales de los años sesenta del pasado siglo, es un collage sonoro en donde se requiere para ser interpretada nada más y nada menos que una orquesta sinfónica, tres coros, solistas, narrador, grupo de jazz, órgano y música electrónica.
Los textos elegidos por el compositor para la ocasión son de lo más variopinto: van desde lo literario con clásicos griegos como Esquilo, a autores modernos como Joyce Mayakovski o Camus, a peroratas políticas de personajes cruciales del s.XX como Hitler, Papandreu, o Mao.
En lo musical el repertorio es también muy extenso, se traen citas musicales de Milhaud, de Wagner y de incluso los Beatles, con Hey Jude.
En muchos momentos la sensación del que escucha es de puro desconcierto, la superposición y ensamblaje de todos estos elementos, los discursos de personajes reproducidos electrónicamente, las narraciones literarias, las citas musicales ejecutadas por la orquesta, los pasajes con los coros y los solistas y la irrupción del grupo de jazz hacen de la escucha de esta obra algo fascinante, terrorífico y sobrecogedor por la fuerza expresada de principio a fin.
Considero que estamos ante una obra maestra que refleja mejor que ninguna otra el caos y el horror del s.XX, hecho que es el verdadero contenido y significado del título, el poeta muerto no es otro que Europa, o como mínimo el mundo occidental tal y como lo vivió el compositor antes de poner fin a su vida de forma voluntaria, en una época convulsa como fueron los años sesenta en lo social y político, final para él de los acontecimientos del mundo, y no principio de ellos como tradicionalmente nos cuentan.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Música… ¿existe? Art. I

El título con el que encabezo el artículo no es fruto de la broma, ni de la inconsciencia, ni por supuesto de la metafísica. Cualquier persona sana, con dos oídos que funcionen o hayan funcionado medianamente bien alguna vez podrán contestar sin ningún género de dudas afirmativamente a esta pregunta… la música por supuesto que existe ¿Cómo dudarlo?
En casa…en el coche…en el metro, bares, discotecas, en tiendas, por la calle, en el cine, teatro, televisión, durante las fiestas, en conciertos, incluso… en ascensores o cuando vamos al dentista…



La presencia de la música parece evidente por todas partes, y más que nunca. Jamás en la historia se disfrutó de tal cantidad de música como ahora, y sin embargo por más que pienso en ello, más necesaria se me antoja la pregunta:
¿Existe la música?
Cuando planteo esta pregunta, el objetivo de la misma es inquirir sobre algo que va mucho más allá de la mera presencia física a nuestro alrededor, hecho que, como dije más arriba, parece evidente a cualquiera.
Estoy convencido de que la eterna y permanente presencia de la música en la sociedad de nuestro tiempo es algo más efímero que nunca, algo que a fuerza de ser repetido y machacado a perpetuidad hace que no se valore, y que a la larga incluso se ignore. Nos hemos acostumbrado tanto a su presencia, que no se la valora como se debiera, y comparativamente con épocas pasadas, se la menosprecia.
Encendemos la radio, e inmediatamente somos bombardeados por música de todo tipo, cualquier motivo es bueno:
Para vendernos tal o cual producto milagroso que nos dejará guapísimos en un santiamén, o para acompañar y dramatizar cierta triste noticia que acaba de ocurrir en la otra parte del mundo, incluso en minutos de “silencio” antes de comenzar algún partido; eso ya es el colmo, lo que debiera ser un sentido homenaje a alguien que acaba de morir, se convierte en una pantomima teatral con música de fondo. ¡Por lo menos cámbienle el nombre, que ya no se llame minuto de silencio, hombres de Dios¡¡¡
Todos los anteriores son ejemplos de uso banal y estereotipado de la música en el mundo en que vivimos, de algo que está en el fondo pero que no es lo más importante. ¿Por qué digo esto? Porque el uso en estos y otros casos de música sólo sirve de condimento o adorno al hecho más importante, véase en los ejemplos que he puesto, vender un producto, contar una noticia o hacer un homenaje a alguien. La música no es un fin en sí misma, es un medio para conseguir algo.(Continuará)